La memoria es la batalla contra el ocaso, la lucha contra el crepúsculo. Una barrera, además, erguida en oposición al paso del tiempo. Lo mismo en cine, literatura o vida real, recordar siempre es reponer el pasado, acaso reinventarlo.
Charles Foster Kane pronuncia "Rosebud" antes de morir. Freud escribe que "los procesos anímicos inconscientes se hallan 'fuera del tiempo' ". Es Nabokov quien dice "confieso que no creo en el tiempo [...] la atemporalidad es un éxtasis, un vacío momentáneo en el que se precipita todo lo que amo".
Está claro pues que el cine, el psicoanálisis o la literatura tratan de las historias de amor, de sus fantasmas y reminiscencias. Esto es, también del tiempo. Platón le llamó “imagen móvil de la eternidad”. En ellas se engarzan, a uno y otro lado, tópicos narrativos, y la interpretación de sus enigmas y propósitos. Existen porque Tiempo y Amor están relacionados, tanto como desigual es su coexistencia. Siempre hay más amor que tiempo, y por eso aparecen las figuras de la psique.
Aparece la neurosis: “entre el recuerdo y el síntoma se interponen fantasías que son producciones de recuerdos”. Y esa medida -por mínima que sea- de neurosis, que tan precisa resulta, procede de la resistencia contra lo real que ejercemos invariablemente. La resistencia del amor contra el tiempo.
martes, 10 de marzo de 2015
Sobre mi yo-no-soy
Yo mismo soy un personaje ficticio, creado, que junto los pensamientos dispersos.
Pero ay, el designio de servirse de uno como asunto de cuanto se escribe...
Me presento a mí mismo como tema y argumento. Nada fidedigno, desconfiado absoluto. Muerto acaso, esa muerte sólo significa la del personaje. Me he escapado del tema original y en esa contextura abstracta, convincente aún así, la impresión de la vida tal como la experimenta un observador, sería en sí misma lo que a buen seguro anhela el artista real.
lunes, 9 de marzo de 2015
PRE-TEXTO (S)
Habitar
espacios.
Difuminarlos
en el espesor.
El
tropo innumerable, opaco, necesario, metafórico.
Puesta
en juego.
Toda
poética habita una necesidad topológica, y el instante muta. La escucha del
silencio, con ella hermanado.
Su
estructura misma, ese “ver disconforme en tanto que se es”.
Fabular
el obstáculo.
Como
Edipo, todo debe quedar en un triunfo sublime sobre su propio peligro. El
triunfo, parte de él, al menos, está en toda poética.
El
peligro es lo real.
La
captación de lo verdadero, su atisbo, aplicando la forma matemática del poema,
conduce a un dominio creciente de lo natural.
La
realidad lógica e indestructible debe ser, en efecto, derruida por la palabra.
Restringir
lo inefable, simplificarlo, y (re) construir de nuevo.
Nombrar
aquello, emancipado de la dinámica del mundo, discernir lo perverso del
intelecto.
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