Yo mismo soy un personaje ficticio, creado, que junto los pensamientos dispersos.
Pero ay, el designio de servirse de uno como asunto de cuanto se escribe...
Me presento a mí mismo como tema y argumento. Nada fidedigno, desconfiado absoluto. Muerto acaso, esa muerte sólo significa la del personaje. Me he escapado del tema original y en esa contextura abstracta, convincente aún así, la impresión de la vida tal como la experimenta un observador, sería en sí misma lo que a buen seguro anhela el artista real.
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