Habitar
espacios.
Difuminarlos
en el espesor.
El
tropo innumerable, opaco, necesario, metafórico.
Puesta
en juego.
Toda
poética habita una necesidad topológica, y el instante muta. La escucha del
silencio, con ella hermanado.
Su
estructura misma, ese “ver disconforme en tanto que se es”.
Fabular
el obstáculo.
Como
Edipo, todo debe quedar en un triunfo sublime sobre su propio peligro. El
triunfo, parte de él, al menos, está en toda poética.
El
peligro es lo real.
La
captación de lo verdadero, su atisbo, aplicando la forma matemática del poema,
conduce a un dominio creciente de lo natural.
La
realidad lógica e indestructible debe ser, en efecto, derruida por la palabra.
Restringir
lo inefable, simplificarlo, y (re) construir de nuevo.
Nombrar
aquello, emancipado de la dinámica del mundo, discernir lo perverso del
intelecto.
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